sábado, 3 de octubre de 2009

Laberinto de Espejos

He vuelto a perderme. Vuelvo a no saber quien soy… soy incapaz de, mirándome frente al espejo, ver mas allá de la triste comisura que mis labios tienen tatuados. Puede que mañana, tal vez, sea capaz de resignarme a las virtudes que intento ocultarme a mi misma, sin tener que buscar el por qué de cada uno de mis actos y de mis palabras.


En más de una ocasión acabo asustada de lo que, inconscientemente, mi mente y cuerpo acaban representando. Realmente, es sorprendente la idea de lo complejo que es un ser humano. La mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de tener una educación en la que nuestro cuerpo ha sido estudiado en mayor o menor medida. Pero la complejidad a la que me refiero, es nuestra mente, nuestra personalidad.


Muchos de nosotros, personas que entablan relaciones sociales con otras personas, caemos en el error, de creer conocer al prójimo, y algunos incluso, tenemos la mala suerte –o la trepidante aventura, según se mire- de no conocernos a nosotros mismos, o al menos de no conocernos del todo.

Muchas caemos en que la apariencia, la forma de vestir y los gestos nos representan en prácticamente nuestra totalidad. Otros pensamos, que las palabras no son nada ante las acciones, y muchos pensaremos que unas palabras sinceras lo son todo. Y todo es válido y es poco al mismo tiempo.


Cada uno de nosotros, somos el fruto de nuestros genes. Fruto de una educación familiar, y académica (ya sea del colegio, instituto…). Un entorno en nuestra casa, en nuestro barrio, y las personas que nos hemos ido encontrando por el camino.

Son muchos factores que nos conforman poco a poco, y seguramente algunos mas que otros. Y mientras seguimos viviendo, experimentando ( leyendo, estudiando, viajando, tratos con nuevas personas, o simplemente observando y reflexionando sobre nuestro entorno) seguimos formándonos y construyendo nuestra propia identidad.

Por esta misma razón, es difícil y en su mayoría incorrecto, tener en cuenta solo una o dos de las “apariencias” dichas anteriormente.


Un ser humano, dentro de su compleja identidad (que posiblemente haya personas más y menos complejas) tiene sus propias vivencias diarias. Estados de ánimo. Éstos varían normalmente en un día, o una semana, según que situaciones tenga el individuo. Hoy puede estar feliz, porque ha tenido poco trabajo y está relajado, que igual está malhumorado mañana durante 3 días por haber perdido algo.


Personalmente, he cometido el error – en variadas ocasiones- de creer conocer a alguien en poco tiempo y con pocos datos. En otras ocasiones, he querido mentirme a mi misma, sin querer conocer a una persona en realidad ya que prefería tener una imagen más amable y no reconocer ciertos aspectos del otro.

Y en ocasiones, aún me sigue ocurriendo, que normalmente confío en el prójimo hasta que me demuestra lo contrario.


Es por eso que, poco a poco, voy intentando esforzarme lo máximo posible por no juzgar a nadie, y mucho menos, sin estar seguro de qué y quién hablo. No me parece correcto hablar malamente de otras personas, ya que nadie se libra de tener defectos.

Aprendí hace mucho tiempo, que cuando hay que hablar de dos, se empieza por uno mismo –aunque suene absurdo, lo dijo Shakira hace muchos años en una canción, pero qué razón tiene…- y cuando mas caigo en comparaciones, es para facilitar la comprensión hacia el receptor.


Cuando me presentan a alguien, y comienzo una amistad, intento ver mas allá de sus palabras –que pueden ser tímidas, o mudas-, mas allá de sus actos –que pueden ser confundidos en un mal día-, mas allá de cómo viste –que es algo fácilmente variable-. Procuro conversar, preguntar, fijarme en la entonación de sus palabras, y la mirada de sus ojos. En todo, y en nada al mismo tiempo. Y sé, que nunca llegaré a conocerle del todo, al igual que hoy no me conozco a mí misma. Hoy podrá ser una persona feliz, mañana, pasado, y ser una persona apática durante más de un mes… y no por eso, me habrá defraudado.


He aprendido, en gran parte también por el error de otras personas, en que no podemos ser fichados bajo una sola etiqueta en la que diga “persona tipo: entusiasta”, “persona tipo: deprimida”… somos mucho más que un simple nombre. Tenemos virtudes y defectos. Podemos parecer personas tristes de normal, pero podremos tener una época dorada y alegre, sin dejar de ser nosotros. Podemos parecer personas sonrientes, y expresivas, pero podremos tener nuestros días de abatimiento y soledad, que no dejaremos de ser nosotros.


Todos podemos ser y no ser, sin dejar de ser nosotros mismos.


He vuelto frente al espejo. Un espejo de madera, de yeso, de corcho... Un espejo donde me veo sin verme. Pero sé que soy “yo” sin saberlo del todo. Y mientras siga viviendo, será mi existencia la que marque quien soy, adaptando mi cuerpo y mi mente a las circunstancias, como el agua se adapta al jarro, como el tiempo se adapta al monótono tick-tack de un reloj.



Y ninguno, dejaremos de ser Mar, ni de ser agua, ni de ser tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario