jueves, 7 de enero de 2010

Mi teoria de la "relatividad"

Este tema nos rodea a todos y lo es todo. Llevo tiempo queriendo hablar de él, pero hoy será el día que más ganas tengo de resumir sin explayarme demasiado, así que aprovecharé.

Cuando somos niños, nos enseñan dos conceptos básicos: el bien y el mal. Pero conforme creces te das cuenta de que esos conceptos se pierden, o solo pueden usarse de forma correcta y objetiva en casos extremos, como robos,asesinatos, guerras y todo aquello que reste la -aqui entramos otro concepto relativo- libertad de vivir a otras personas, por ejemplo.
La bondad y la maldad cuando ves, observas, comparas y poco a poco aprendes, te das cuenta de que se vuelven muy flexibles dependiendo de la situación en la que se den. Es decir, que todo depende de las personas que involucre y el contexto en el que se lleven a cabo. Incluso en casos extremos como el de asesinar: puedes matar por defensa propia... y puede estar mal, mientras que estará bien que hayas protegido tu vida.
En nuestra vida cotidiana, se dan miles de casos en los que cada persona ven un mismo hecho de manera diferente, y no tiene porque ninguno de ellos ser correcto del todo, porque, señoras y señores, como bien sabreis, todo depende del ojo con el que se mire, y de esta manera, en pocas ocasiones, existirá una verdad absoluta: una verdad objetiva.

Un ejemplo muy claro de todo esto son las noticias de sucesos que ven y oyen en la radio. Lean, escuchen y vean la misma noticia en diferentes canales y medios, y se darán cuenta que hay mas de un dato que no coincide o que se ha omitido. Tal vez, si ustedes hacen ese análisis y dan su propia versión, se acercarán un poco más a la verdad, ya que han comparado diferentes versiones subjetivas, y aún así, la suya puede serlo también.

Y más cerca mía, puedo poner de ejemplo una conversación. Las palabras, su signficado y su entonación deben dar todos los datos necesarios para enviar nuestro mensaje con claridad, pero hay que tener en cuenta al receptor. Normalmente, el que más influye es su estado de ánimo. Si es positivo, el mensaje puede llegar con claridad o tomarse en broma. Si es negativo, cabe la posibilidad de que sea malinterpretado como una ofensa o una burla hacia esa otra persona. Ya no quiero pensar como sería una conversación entre dos sujetos tan opuestos, pero ¿ y si le quitamos el factor de verse en persona y de añadir entonación a esas palabras? ¿cuántos datos pueden perderse -y por lo tanto dar a la imaginación del otro- sin llegar correctamente? He aquí mi último punto a tratar -y del que realmente quería hablar hoy- Messenger y derivados.

Es una pena que un programa de ordenador, que nos ha dado tantas facilidades, acabe por volverse contra nosotros. Nos estamos acostumbrando a no hablar por teléfono, incluso a no quedar entre las personas solo por la comodidad de estar en casa sin salir, escribiendo en un teclado. No restaré todos los méritos de éste, pero muchos de nosotros nos hemos vuelto vagos -o más vagos aún- y las nuevas generaciones olvidan pronto cómo se escribe correctamente. Entre usuarios, ahora, ejercemos un mayor esfuerzo por entender al otro y descifrar el sentido, peso y carácter de sus palabras...pero de esta manera, solo interpretamos lo que nos quiere decir y no podemos conocer con certeza su mensaje.
Llamo a todos los usuarios de este tipo de programas, que aprovechen si estan cerca de sus amigos y seres queridos, a verles en persona, disfrutar de su compañía, y charlar con normalidad. A todos a los que tengan largas y duras conversaciones, que las hablen cara a cara, con valentía y que se enfrenten a sus propias reacciones y a las del otro. Y tampoco nos olvidemos de que se puede hablar por teléfono o móvil -aunque sea mas caro, en algunos casos es mucho mejor-.
Las conversaciones impersonales por ordenador deberían -bajo mi punto de vista- ser solo para casos socorridos, en las que estás lejos, estas enfermo, o hace mal tiempo.

Yo, solo quiero ofrecer este consejo, que será aceptado y llevado a cabo por quien quiera, y espero ser la primera en hacerlo.

p.d: Espero añadir otro día, todo lo que en su momento se me ocurrió sobre mi relatividad

lunes, 4 de enero de 2010

Atajo en el Laberinto

Encontré la paz dentro de mí. No fue hace demasiado tiempo.

Supe que algo me pasaba, que no iba bien dentro de mí. El primer paso es reconocerlo, dicen, así que por lo menos empecé con buen pie. Cuando tienes problemas y dudas existenciales, cuando se nota que tu cuerpo y tu mente no trabajan al mismo compás -y no es por tu mala salud-, es porque falla en tu cabeza. "Tal vez, deberías ir a un psicólogo" te aconsejan. Pero, sin ánimo de ofender a los licenciados y profesionales al respecto, ¿cuál es el trabajo y la función que hacen los psicólogos sobre sus pacientes?. Lo primero es conocerlos, para así conocer sus problemas y tras eso, aconsejar, orientar y plantear un tratamiento para superarlo, ¿mas o menos,no?. Pues bueno, tal vez no sea para tanto... Tal vez, la que tenga que conocerse y retomar su pasado, indagando con cautela, sea yo misma, y ¿quien mejor que yo entenderá sus propios problemas?. Si el problema está dentro de mí, yo misma podría solventarlo.
Y así, como quien acude a una terapia en grupo y se expone a los demás, respiré hondo mientras me ataba las piernas con los brazos tomando mi propia postura de reflexión solitaria, y en voz alta, me escuché a mi misma.
No se cuanto tiempo duró aquello, no se cuánto tiempo estuve exponiendo mi presente y mi pasado a las paredes y muebles de mi habitación, pero una sensación cálida me invadió cuando en la seguridad de los finos muros de mi pequeño mundo ,sentí perder un peso sobre mí que, en parte, acabo liberándose a través de mis ojos. Los delicados ríos de mis mejillas eran la representación de la tranquilidad, la paz y la armonía que en ese momento respiraban mis pulmones. Estaba tan cerca, que parecía absurdo no haberme dado cuenta antes. Tal vez no era tan sencillo darse cuenta de qué era lo que me importunaba, y seguramente no fuera solo eso, pero encontrar gran parte de la solución, resolver ese retorcido jeroglífico... fue una de las sensaciones mas liberadoras que he tenido en el entramado laberinto de mi psicología.

No duraría mucho. Tal vez no mas de unas horas, cuando volviera al mundo real. Pero el buen sabor de boca me acompañó por más tiempo.
Note el orgullo propio crecer dentro de mí. Me sentía satisfecha solo por darme cuenta, y sin depender de nadie más, de cual era el problema principal, y esa misma reacción, fue la respuesta a mis dudas.

En el fondo sabía que no era tan torpe, ni tan boba, ni tan inútil. No soy tan crédula, ni tan débil. Hubo una vez, en la que pensé que llegaría lejos, y soñé despierta que lo haría, y que dependía de mí. De mí y para mí, para nadie mas. Mi trabajo, mi esfuerzo o la carencia de ambas... solo serían obra y consecuencia propia, sin involucrar a nadie más. No tengo fama de echarle el muerto a otros, sino de hacerme cargo de mis propias acciones y de lo que ello conllevan. Ni las amenazas, ni chantajes psicológicos, ni la presión de contentar al resto... mi vida no tiene la finalidad de hacer feliz a los demás a través de mis "obligados" logros. No. Soy una persona independiente y no debo someter mis acciones con el fin de obtener orgullo ajeno, sino el mío propio. He vivido -y aun sigo viviendo- bajo el pesado murmullo contínuo de una segunda,e incluso una tercera conciencia, que me remite constantemente qué hago mal, aferrándose a la culpa para hacerme sentir sucia incitándome así a cambiar, sin obtener ningun beneficio limpio a largo plazo. El mal de conciencia es un arma muy poderosa para con las personas débiles y con carencias de orgullo. El orgullo es un arma de doble filo, que como con todo, si sabes usarla, no tiene porque herirte. El mío nace ahora. Nació en el momento en que supe, que vivía bajo una presión leve pero incesante, molesta como la humedad en invierno calándose a través de la ropa y la piel hasta los huesos. Soportable, pero prefirías no sentirla. Me di cuenta, que todas mis acciones, y mis no acciones eran siempre mal vistas o insuficientes. Que mi carrera, una licenciatura que decidí por mi misma, se volvía poco a poco una obligación que tenía que ejercer para que Ellos estuvieran orgullosos de mí, un chantaje en el que no caía, pero que molestaba como tantos otros. Día a día, las presiones, obligaciones y la falsa moral hacían mas difícil levantarme cada día. No me sentía bien. Ni agusto, ni tranquila, sino frágil y cada parte del cuerpo me pesaba como un cuerpo entero. Era normal. Me sentía un cadaver, o un vegetal. Un fiambre al que solo le guiaban las órdenes ajenas y sus respectivas misiones. Pero eso debe acabar. En aquel momento lo supe. Supe que mi vida era mía, y que yo y solo yo, era quien tenía derecho a decidir sobre ella. Consejos, advertencias, diferencias de opinión sobre mi vida, estoy dispuesta a escucharlas todas. Pero yo debo decidir ejercerlas o no, ignorando el chantaje psicológico que pueda acompañarles. Si son correctas mis acciones o no, lo decidirán las consecuencias y seré yo quien deba hacerse cargo de ellas. Sé que si sufro por ello, el dolor acompañará a mas de uno, y que mas de uno, me ofrecerá su apoyo y éste será bien recibido, siempre y cuando sean conscientes de sus limitaciones.

Ahora, y desde hace cuatro años, dejé de ser simplemente una niña. Ahora soy una persona, no solo una hija, una hermana, una nieta... Soy un individuo que piensa y actúa por si mismo, el cual debe buscar su propia felicidad pensando primero en uno mismo, en su propia satisfacción y después en la de los demás. Y ellos, deberán respetarla como tal. No hablamos de egoísmo. Sino de sentirse agusto con uno mismo, orgulloso de ser quien es y de hacer lo que hace. Y ese aura de felicidad, quienes de verdad le honren y le amen, se sentirán realmente orgullosos de él, y compartirán con él su felicidad, que será mutua.